La educación es una espada que se
forja con cada golpe al rojo vivo, permite al hombre redescubrirse interna y
externamente al templar su
alma para las dificultades de la vida. Educar
en revolución, es ese calor de la espada recién forjada, el convertir los
pensamientos y sentimientos en acciones, en busca de un ser libre con ideales
colectivos y transformadores donde la creatividad juega un papel protagónico al
dejar una huella que otros podrán seguir. No se puede educar si se desconoce lo
que se quiere enseñar. La
educación es la semilla que espera pacientemente echar raíces en las mentes de
las personas con deseo de superación, no se puede enseñar si el individuo no
quiere aprender, he aquí el
dilema.
La educación en revolución juega un
papel fundamental, logra despertar y motivar acciones en las mentes que yacían dormidas
para que comiencen a dar frutos por la reinvención de sus vidas y así
convertirse en los nuevos árboles del futuro, descubriendo sus habilidades y
destrezas. Ser educador es
ser revolucionario, es crear no competir, promueve transformaciones profundas en
sus estudiantes. Como diría John Ruskin Educar
a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien
que no existía. El educador ha de ser un inspirador de realidades que alimente
el cuerpo y el alma de sus estudiantes.
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